INFLAMACIÓN
1.
Introducción
1.1 Agentes Vulnerables
asépticos
1.2 Agentes Vulnerables
sépticos
2.1 Estudios anátomo-clínico e
histopatológico de la
inflamación aguda.
OBJETIVOS
1.
Enunciar el concepto de inflamación
2.
Enumerar los agentes vulnerables asépticos
3.
Enumerar los agentes vulnerables sépticos.
4.
Describir la hiperemia
5.
Describir en que consiste la fibrinogénesis
Enunciar
la formación del pus.
Introducción
En los organismos superiores como el hombre, la acción
agresiva local de agentes vulnerables determina una reacción hística casi
exclusiva del tejido conectivo y del sistema vascular, que conocemos con el
nombre de inflamación.
Dicho proceso consiste en una serie de fenómenos físicos,
químicos y biológicos muy interesantes cuya naturaleza íntima ha ido
aclarándose en el transcurso de los años gracias a la labor tesonera de los
investigadores; sin embargo, debemos reconocer que no obstante esos esfuerzos
aún hoy algunos de estos fenómenos carecen de una adecuada y completa explicación.
Autores como: Lewis, Menkin, Schade, y Zweinfach que han contribuido
notablemente al progreso en tales conocimientos, admiten la necesidad de
continuar estudios y experimentando sobre esa materia con el propósito de
lograr el completo esclarecimiento de los verdaderos factores que intervienen
en la génesis de dichos fenómenos.
Bueno es aclarar de entrada que una cosa es infección y otra
inflamación, puesto que como luego veremos puede existir una sin la otra. La
infección es una de las formas de agresión con que cuenta el medio ambiente
para actuar contra el organismo; y, la inflamación, es un mecanismo de defensa
del organismo frente a la acción agresiva local determinada por los agentes
vulnerables. La inflamación puede ser aséptica o séptica; según la causa que la
determine.
AGENTES VULNERABLES Y ASÉPTICOS
Físicos: calor excesivo, frío excesivo, radiación solar (ultravioleta
o infrarroja), onda corta, rayos x, radioisótopos, etc.
Traumáticos: lesiones cerradas (contusiones) o abiertas (heridas).
Químicos: ácidos, bases, yodo, trementina, etc.
De origen animal: venenos de reptiles, etc.
De origen vegetal: venenos de ciertas plantas.
De origen endógeno: venenos producidos por el organismos.
AGENTES
VULNERABLES ASÉPTICOS:
Microorganismos patógenos:
Aerobios: estafilococos, estreptococos, bacilo Coll, bacilo de Eberth,
neumococos, gonococos, bacilo de Koch. Etc.
Anaerobios: vibrión séptico, bacilo perfringens, etc.
ESTUDIO ANATOMOCLINICO E HISTOPATOLÓGICO DE LA INFLAMACIÓN AGUDA.
Cuando un agente vulnerante actúa con suficiente
intensidad sobre un punto cualquiera del organismo, el tejido conectivo y el
sistema vascular de dicha zona reaccionan frente a tal agresión, originándose
una serie de cambios hísticos que, traducidos macroscópicamente, dan lugar a
los signos físicos que señalara Celso hace más de dos siglos. Dichos signos
cardinales de la inflamación aguda son: rubor, calor, tumor y dolor, a los que
Galeno añadió la impotencia funcional; su sola mención da perfecta idea de los
caracteres clínicos de cada uno, por lo que no insistiremos en su descripción.
Al recibir la agresión, los tejidos reaccionan con la mayor
actividad vital, produciendo en una fase una serie de cambios que tienden a
anular y a eliminar la causa que los irrita; tales cambios son: hiperemia,
leucocitosis, polimorfonucleosis, exudación, diapédesis y fagocitosis.
Hiperemia: es el aumento rápido de aflujo sanguíneo con que el
organismo responde localmente a la agresión. Aunque al inicio existe
momentáneamente un periodo corto de vasoconstricción en el área afectada, a
este sucede enseguida una vasodilatación y disminución de la velocidad
sanguínea (Naller y Magnus), estableciéndose de este modo el rubor y color que
caracterizan macroscópicamente a tales fenómenos.
Leucositosis y polimorfonucleosis. Se caracterizan por el
aumento en los vasos sanguíneos del número de leucocitos en promedio casi
absoluto de los polimorfonucleares. Tal hecho tiene un alto valor clínico que
es utilizado para establecer el diagnóstico de estos procesos inflamatorios
agudos: a una mayor gravedad corresponde no sólo mayor de elementos
polimorfonucleares jóvenes, tales como los stabkerminas o intermediarios, y más
aún, a la aparición de los juveniles y otras formas más inmaduras (mielocitos,
etc.)
Traslación: Está constituida por el paso del plasma, al que acopañan
elementos figurados de la sangre desde el interior de los vasos sanguíneos al
espacio intersticial. Esto da lugar en el orden macroscópico, a un tumor o
aumento de volumen del área afectada, constituyéndose así otro de los signos
cardinales de la inflamación. Los elementos constitutivos del plasma, al pasar
al espacio intersticial, presionan las mallas del tejido conectivo separando
sus elementos celulares y fibras; al irritar mecánica o químicamente las
terminaciones sensitivas nerviosas, producen otro síntoma cardinal de la
inflamación aguda: el dolor. En cuanto a la impotencia funcional, ella es el
producto de la acción de los factores anteriores.
Diapédesis o emigración leucocitaria. Si observamos un vaso
capilar en un área de infamación aguda, nos llamará seguramente la atención que
los elementos figurados de la sangre, que en condiciones normales circulan por
el interior del vaso sin ordenamiento fijo, adoptan en estos una disposición mediante
la cual los leucocitos se adosan a las paredes, llegando a “contactar” con el
endotelio cuando la circulación se hace más lenta. Los hematíes, por el
contrario, permanecen en el centro continuando su recorrido. Aquel fenómeno se
conoce como marginación de los leucocitos. Aprovechamos tal migración y la
lentitud de la corriente sanguínea, los leucocitos comienzan a pasar entre las
células del endotelio capilar, se alargan o acortan, deforman su protoplasma
emitiendo o dando la sensación de emitir pseudópodos, como las amebas; de este
modo logran desplazarse completamente fuera de los vasos y así continúan su
emigración hacia el foco inflamatorio. Tales hechos constituyen la diapédesis.
En condiciones normales la pared capilar se comporta como un
membrana semipermeable: permeable al agua y sustancias en dilución o difusibles
(cristaloides, iones, etc.) e impermeables a los coloides. Cuando existe un
proceso inflamatorio la pared capilar se altera, permitiendo el paso según su
permeabilidad va en aumento, primero a los coloides menos viscosos como la
serina y globulina, y luego a los más viscosos como el fibrinógeno. Lo mismo
sucede con los elementos figurados de la sangre: al principio podrán pasar
plaquetas, que son los de menor tamaño, después los leucocitos, por su gran
plasticidad, y finalmente, los hematíes, los cuales para poder salir de los
vasos, dada su menor plasticidad requieren la desintegración total de la pared
capilar.
De acuerdo con los elementos que constituyen el exudado
producido en la fase anteriormente descrita, el proceso inflamatorio se puede
clasificar en: seroso, fibrinoso, purulento y hemorrágico; tal clasificación
sirve además para conocer el estado evolutivo en que se encuentra el proceso y
su mayor gravedad, ya que de acuerdo con lo expuesto, cada una delas variedades
señaladas son estadios distintos de un mismo y único proceso, os que se van
instalando de acuerdo con la intensidad de la agresión, las condiciones de
resistencia del organismo y el tiempo transcurrido.
Mediante la diapédesis – proceso defensivo – los leucocitos
pueden ponerse en contacto con las bacteria y con los detritus celulares del
foco inflamatorio a los que suelen englobar y destruir (Metchnikoff) utilizando
sus enzimas protoplasmáticas. Esta propiedad que tienen los leucocitos se
denomina fagocitosis y ella contribuye en gran escala a lograr la eliminación
de los elementos que determinan o mantienen la inflamación. Por otro lado, los
componentes del plasma sanguíneo también pasan al espacio intersticial donde
neutralizan las sustancias que como producto de la agresión existe en dicho
espacio; tienden así a suprimir la irritación que las mismas ejercen sobre las
células y demás elementos hísticos normales de la zona afectada.
De acuerdo con los conceptos más aceptados actualmente, los
fenómenos biológicos de la inflamación pueden explicarse del siguiente modo:
cuando el organismo sufre una lesión, el tejido y el sistema vascular de dicha
región reacciona rápidamente, las células sanas que han escapado a la agresión
entran en sobreactividad. Tal hecho, al igual que el mayor aflujo sanguíneo o
hiperemia que le es obligado y que caracteriza a este estadio, se debe al
estímulo ejercido sobre dichas células por una sustancia liberada al producirse
la desintegración de las albúminas hísticas ocurrida en el área lesionada.
Según Lewis esa sustancia es la histamina, ya que ha logrado reproducir dichos
fenómenos inyectándola en pequeñas cantidades subcutáneamente. Para Menkin
dicha sustancia, a la que llamó leucotaxina por actuar también químicamente
sobre los leucocitos según su criterio – atrayéndolos hacia el foco
inflamatorio (quimiotaxis positiva), es un polipéptido mucho más activo que la
histamina. La leucocitosis y la polinucleosis intravascular se deben, según este
autor, a la acción estimulante de dicha sustancia sobre los órganos
hematopoyéticos. No obstante la autorizada opinión de ambos investigadores, tal
sustancia es clasificada hoy en día como un histaminoide.
Al ocurrir la sobreactividad de las células sanas, ellas
aumentan su metabolismo y consecuentemente dan lugar a una mayor formación de
productos ácidos a expensas fundamentalmente del ácido carbónico; dichos
productos pasan al espacio intersticial aumentando así la concentración
hidrogeniónica del plasma intercelular hasta determinar una acidosis
intersticial focal. Por otro lado, las albúminas que han quedado liberadas e el
foco lesionado, comienzan a fragmentarse bajo la acción de la acidosis ante
señalada. Ahora bien, como la presión osmótica de las proteínas (presión
oncótica) se mantiene igual en cada una de las partes en que pueda dividirse
cada molécula de esas albúminas liberadas, de acuerdo con las leyes
fisiológicas que rigen estos hechos, resulta que la presión oncótica a nivel
del foco inflamatorio es cada vez mayor, ya que van sumándose los valores
correspondientes a cada uno de los fragmentos en que ha sido dividida cada
molécula primaria de albúmina. De este modo el foco inflamatorio va adquiriendo
acidosis y mayor presión oncótica, convirtiéndose en un centro de hiperácidez o
hipertonía. La acidosis y la hipertonía local determinan daños en la membranas
celulares: como consecuencia de ello, el potasio intracelular pasa fácilmente
al espacio intersticial, en donde al adquirir suficiente concentración, excita
al parasimpático, contribuye también, mediante este mecanismo, a la aparición
de un mayor aflujo de sangre en e área interesada.
La pared capilar, cuya constitución coloidal no puede
permanecer indiferente ante tales cambios, reblandece el cemento fundamental
que una a las células apriétales, aumentándose con ello los espacios
intercelulares. Es fácil comprender
ahora que los elementos que están en un medio de menor tonus (como resulta ser
el intravascular en este estadio) pase a uno de mayor tonus, como es el
perivascular o intersticial, el cual se ha hecho hipertónico según lo dicho. De
este modo tienden siempre a equilibrarse las concentraciones.
Comparemos estos conceptos con los existentes al inicio del
estudio de estos procesos y podremos ver cuán distantes están las ideas de los
antiguos autores como Metchnikoff y Cohnheim, de las que hoy rigen la
explicación de los mismos hechos. Ellos consideraban a la diapédesis y
fagocitosis funciones activas de los leucocitos y el medio que les rodea; los elementos amebiodes extienden sus
prolongaciones plasmáticas no por instinto o deseo propio, sino porque sus
condiciones intrínsecas y las del medio en que se encuentran se lo imponen.
Cuando el foco inflamatorio está siendo neutralizado y se van
equilibrando sus tensiones y concentraciones mediante los cambios descritos
anteriormente, comienzan a ocurrir otros fenómenos que van haciéndose más
aparentes cada vez, entre ellos la fibrinogénesis extravascular y la
hiperplasia hística son los principales.
§ La fibrinogénesis
extravascular, como su nombre indica, es el fenómeno mediante el cual se
produce la fibrina en el espacio intersticial a expensas de la unión del
fibrinógeno que ha logrado pasar la red capilar y la trombina que
se libera por la desintegración de las plaquetas sanguíneas: dicha fibrina da
lugar a redes sobre las cuales ha de desarrollarse luego la reparación hística.
Ella también determina adherencias, que unidas a la oclusión de los linfáticos
tienden a obstaculizar la extensión del proceso, ya que forman verdaderas
barreras entre el foco inflamatorio y los tejidos normales de vecindad. Tales
factores tienden a la fijación del agente causal evitando su progresión y
dilusión.
§ La hiperplasia hística o
aumento en número de los elementos que constituyen los tejidos es otro hecho
que aparece en esta etapa de la inflamación. El mismo agente irritativo que
desencadenó la inflamación, al disminuir su agresividad como resultado de los
mecanismos defensivos antes expuestos, se torna ahora en estimulante del
desarrollo celular, dando lugar a la hiperplasia conectiva y vascular que son
las que fundamentalmente intervienen. Ella forma parte del mecanismo de la
reparación hística que luego estudiaremos, pero que aquí la consideramos solamente
en sus estadíos iniciales como factor importante en la limitación de estos
procesos.
A tales cambios celulares, leucocitarios y microbianos que
muestran su máximo desarrollo hacia el centro del proceso, se unen los líquidos
producidos por la exudación y la licuefacción de los tejidos necrosados como
consecuencia de la acción de los fermentos proteolíticos. De esta manera se
constituye el pus, que es una mezcla de necrosis licuada, plasma extravasado,
elementos celulares, leucocitos y microbios vivos o muertos.
El pus tiene color variable, caso siempre es amarillo, rara
vez azulado (bacilo piociánico) ó achocolatado (amebiano); aunque
frecuentemente es inodoro, puede presentarse olores muy distintos, siempre
relacionados, al igual que el color, con el agente bacteriano que le dio origen
y con el grado de necrosis existente. Puede ser fétido, fecaloideo, pútrido,
nauseabundo; a veces es fluido, otras cremosa, mal ligado, grumoso, etc. No
coagula debido a los fermentos leucocitarios. Su reacción es alcalina.
Microscópicamente suele mostrar dentro de su estructura amoría los elementos
celulares, leucocitarios y bacterias vivas o muertas que intervienen en su
formación. Dicho pus, como acabamos de señalar, ocupa habitualmente el centro
del proceso.
Una vez constituido el absceso, el organismo puede resolver
su situación creada mediante dos mecanismos: la reabsorción o el drenaje al
exterior.
Reabsorción: Mediante la vía hemática o linfática el organismo es capaz
de ir reabsorbiendo los productos necróticos licuados (pus) valiéndose para
ello en esta etapa del proceso, principalmente de las células emigrantes, los
macrófagos y demás elementos del sistema reticuloendotelial.
Drenaje: A veces, por condiciones especiales de situación
superficial o cercana a un conducto que comunica al exterior, un absceso puede
abrirse espontáneamente vaciando su contenido y obtenerse de este modo la
curación. Los tejidos situados entre la colección purulenta y el exterior
sufren los cambios inflamatorios agudos que hemos descrito, sirviendo da vía a
través de la cual se produce la evaciación del foco purulento.
Si por el contrario, los mecanismos antes señalados no son
capaces de limitar la difusión del pus, éste podrá propagarse por continuidad o
contigüidad, dando lugar en este caso al flemón difuso o celulitis. Más
adelante tendremos la oportunidad de estudiar estos procesos.
ABSCESO DENTOALVEOLAR
Las infecciones de la cavidad bucal son con mayor
frecuencia el resultado del deterioro que provoca la caries con exposición de
la pulpa dental o el resultado de la higiene bucal descuidada o inadecuada o
complicaciones asociadas de enfermedades periodontales. La infección también
puede aparecer como complicación de procedimientos quirúrgicos, traumatismo,
enfermedades de glándulas salivales u obstrucción de conductos salivales
Absceso dentoalveolar:
En un paciente portador de caries dentales cuando no se lleva
acabo un tratamiento precoz de las mismas, se llega a desarrollar un proceso
séptico periapical en el cual el organismo opone una barrera defensiva;
circusncribiendo el área afectada dando lugar a multiplicación bacteriana,
degradación tisular, formación de pus que al atravesar las estructuras
anatómicas vecinas, colecciona por debajo de la piel o de la mucosa.
Etiología
Los gérmenes que habitualmente provocan este proceso son:
estafilococo dorado, el blanco, estreptococo alfa hemolitus (viridans) en
ciertas circunstancias el bacilo de Eberth, el neumococo, el gonococo, coli
bacilo y numerosos anaerobios. Estos
gérmenes penetran a través de una herida que rompe la continuidad de la
piel o de las mucosas.
A veces vienen a través de la circulación de la sangre
Patogenia
Una vez que los gérmenes han penetrado dentro de los
tejidos se producen insitu, una serie de fenómenos estudiados y que están
caracterizados por una intensa vasodilatación con movilización de las células
fijas del tejido conectivo y diapédesis de los leucocitos que salen de los
vasos capilares.
Se establece una lucha entre estos elementos en la que mueren
un gran número de leucocitos cuyos restos van a constituir la mayor parte del
pus.
Por la acción de los fermentos se produce la destrucción de
los elementos histicos de inmediato contacto con el foco y por esta vía va
agrandándose el proceso, extendiéndose a nuevas zonas hasta que las fuerzas
defensivas del organismo representada por la movilización de todos sus
elementos celulares y humorales, locales y generales, yugulan la infección.
Además de este mecanismo que pudiéramos llamar biológico, la naturaleza trata
de erradicar el proceso vaciando su contenido al exterior; así cuando el
absceso a adquirido algún volumen, alcanza la superficie y entonces la piel
adelgazada y mal nutrida por la distención es fácilmente alcanzada por los
elementos del pus y se perfora.
Los signos cardinales de la inflamación aguda están
presentes: dolor, rubor, tumor, calor e impotencia funcional; e dolor tomo el
carácter lancinante o pulsátil muy a menudo sincrónico con el latido del pulso.
Al comienzo la piel o la mucosa esta edematosa, roja y caliente, a la presión
es muy dolorosa y hace desaparecer el rubor de un modo pasajero, la tumefacción
es firma entes de la colección de pus .
Estos síntomas locales evolucionan a la par con un síndrome
infeccioso general que se manifiesta por fiebre, cefalea, insomnio, mal olor de
la boca, nauseas etc.
Los dolores pulsátiles
del periodo de inicio desaparecen y que en lugar una tensión dolorosa acentuada
en la posición de mayor declive la fiebre toma un tipo intermitente, la
cefalea, anorexia y malestar general continuo. El paciente se encuentra
bastante deprimido.
En el examen de la sangre aparece leucositosis con
polimorfonucleosis.
Evolución
En su etapa primaria antes de la colección de pus es posible
que la infección local regrese, pero cuando ya se ha constituido el absceso,
únicamente con el drenaje del mismo es que puede alcanzar la curación. A la
salida de pus los síntomas locales y generales rápidamente ceden. La supuración
se agota en pocos días y el tejido de granulación llena la cavidad residual,
quedando una cicatriz algo deprimida, como testigo del proceso. Si el absceso
se abandona a su solución tiende a abrirse
como hemos señalado, curando por vías naturales, no debemos permitir que
suceda esto pues si abandonamos, puede complicarse el absceso con una adenitis
y aún con una sepsis general, septicemia o bacteriemia, sobre todo si se trata
de enfermos caquéticos o diabéticos, o si la patogenicidad del germen causante
es muy agresiva pudiéndole ocasionar la muerte.
Flemón difuso o celulitis
Se conoce con este nombre a la infección aguda del tejido
celular sin tendencia a la limitación, que conduce a la necrosis de los
elementos afectados. No constituye una enfermedad especial, se trata del mismo
proceso que conduce al flemón circunscripto; es producido por los mismos
gérmenes, pero dotados de una extraordinaria virulencia, que se desarrollan
generalmente en un organismo debilitado. La agresividad de la infección no
permite al organismo poner en juego los mecanismos de defensa locales para
aislar el foco, no encontrándose por tanto barrera que tienda limitar su
extensión ni la formación de pus en sus primeros estadios, de ahí su
diseminación por por vía hematógena linfógina y por continuidad. La propagación
directa entre las capas faciales es la vía que encontramos más comúnmente en
estos procesos odontógeno. En un estado normal los espacios entre estas capas
faciales no existen ya que entre estas capas de tejido conectivo compacto hay
tejido laxo que es digerido y dilatado
reemplazándose por un proceso infeccioso que queda encerrado dentro de
las mismas o a través de áreas perforadas por vasos o nervios; de ahí que según
los espacios aponeuróticos por los que pueda propagarse aparezcan infecciones
de espacios virtuales como: el espacio mandibular, pterigo-mandibular, bucal
temporal, etc.
Etiología
El germen causante en la mayoría de los casos es un
estreptococo, sólo o en asociación con otras bacterias, pero el estafilococo
dorado, cuando se exalta su virulencia también puede ser el agente patógeno.
Las heridas en el suelo de la boca, los abscesos de origen
odontógeno, pueden dar lugar a un flemón difuso o celulitis como la angina de
Ludwing, cuando se trata del suelo de la boca o por una infección odontógena
dar lugar a una trombosis del seno cavernoso que si no se trata a tiempo le
ocasiona la muerte al enfermo, cuando se trata de pacientes predispuestos por
el agotamiento, desnutrición, diabetes, y la virulencia del germen cuando es
muy agresivo.
Sintomatología
Después de un corto período, prodrómico caracterizado por
síntomas generales discretos y por un aumento de volumen de la región afectada,
con edema, enrojecimiento y dolor se inicia un cuadro de sepsis grave,
caracterizado por escalofríos intensos con la elevación de la temperatura a 40
y 41 grados centígrados, estado delirante, insomnio, disnea, taquicardia,
pudiendo llegar al compromiso respiratorio. A la palpación el proceso entonces
es firme, caliente y doloroso.
En los días siguientes. Y correspondiendo al periodo de
fusión purulenta la tensión local disminuye, así como la dureza atenuándose los
síntomas aunque el estado general persiste grave. La piel o la mucosa se
decola, se esfacela dando la salida de pus.
En los casos de pacientes con esta sintomatología tan severa
se aconseja su hospitalización debiendo remitirse a un servicio de Cirugía
Maxilofacial.
Tratamiento
Los principios del tratamiento, tanto en el absceso
dentoalveolar como en la celulitis facial odontógena deben ir encaminados a :
1)
Permitir que los elementos defensivos naturales del organismo
actúen contrarrestando la infección.
2)
Ayudar a la localización del proceso inflamatorio y la
información de una cavidad abcsesal
3)
Mantener un nivel terapéutico en la sangre adecuado para
permitir que lleguen con mayor eficacia los antibióticos al sito de la
infección, inhibirla y prevenir su diseminación por vía hematógena.
Antibioticoterapia
La Penicilina por vía intramuscular o una endovenosa según
la intensidad del proceso como antibiótico de elección dado el agente
etiológico de estas afecciones.
FISIOTERAPIA
Terapéutica del calor
La inflamación es una respuesta del organismo a los traumas y
una línea de defensa primordial para combatir la invasión bacteriana y la
infección. Los leucocitos son los elementos importantes en esta línea de
defensa, mientras que los macrófagos, linfa y exudados inflamatorios, son los
refuerzos secundarios.
Terapéutica del calor
La inflamaciones una respuesta del organismo a los traumas y
una línea de defensa primordial para combatir la invasión bacteriana y la
infección. Los leucocitos son los elementos importantes en esta línea de
defensa, mientras que los macrófagos, linfa y exudados inflamatorios, son los
refuerzos secundarios.
Las aplicaciones de calor aumentan la circulación de la
sangre por los vasos capilares, produciendo hiperemia en la zona, se aflojan
los tejidos y ayudan en la absorción localizando la infección y apresuran la
normalización de la herida.
Si se registra necrosis inflamatoria, no hay procesos más
rápidos para liberarse de los tejidos muertos que la liquefacción supurativa y
la eliminación del pus por incisión quirúrgica y drenaje.
En nuestro medio, el calor nos es muy útil, lo usamos a
menudo en las inflamaciones tanto agudas como crónicas y la manera de utilizarlo
es: en formas de paños calientes o bolsas bien calientes sobre la zona afectada
y al mismo tiempo por dentro de la boca utilizamos en soluciones antisépticas
tan calientes como pueda soportarlo el paciente.
Empleo del frío en los procesos inflamatorios no infecciosos
La terapia del frío se usa comúnmente por medio del bolsas de
hielo, paños fríos o hielo picado expuesto en una toalla. La aplicación debe
ser intermitente y por períodos no mayores de 15 min. Ya que puede constituir
una congelación que nos puede llevar a una necrosis o a la gangrena.
Si a las 24 h de estarse aplicando frío, el paciente no se
siente mejor, debe suspenderlo y empezar a aplicarse calor.
Hay que tener la precaución de colocar, una fuente o
escudilla debajo de la mandíbula del lado donde se hace la incisión y el
drenaje, con el fin de que no se manche al paciente si se trata de un absceso
fuera de la boca, una vez realizada esta operación colocamos un drenaje en la
zona que puede ser una gasa yodoformada, o con otro antiséptico, o un drenaje
de goma. Se procede a colocar el apósito y sellarlo.
Es conveniente recordar que la colección purulenta debe salir
de los tejidos totalmente porque algunas
a veces para obtener buenos resultados tenemos que hacer una fuerte
presión con los dedos alrededor y sobre la zona inflamada.
El drenaje debe retirarse a las veinticuatro horas de
colocado, o al menos algunas veces movilizarlo. Cuando se retira el drenaje se
le debe poner encima de la herida un apósito por lo menos durante veinticuatro
horas. En caso de que se trate del drenaje de una afección purulenta fuera de
la boca.
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